Me sorprende siempre la naturaleza fuera de mi lugar. Al primer chaparrón corrí a esconderme y, atemorizado tras mi ventana, apenas asomaba la nariz, el cielo baldeaba agua y yo temblaba bajo una manta.
Un día huido..... Separado de las dudosas metrópolis y de las engañosas redes sociales.
Dos días de potaje de nubes, rayos de sol y calabacines..... Engañando el hambre con las noticias de la radio en un idioma ajeno.
Tres días de pies mojados y calcetines secándose en el baño..... Descubriendo agujeros en las suelas de mis zapatos.
Cuatro días leyendo poetas oscuros y argumentos apocalípticos..... Ya habrá tiempo para la alegría y los sonetos.
Cinco días de joyas (de agua de lluvia de frío) en las palmas de las manos que sacudía y secaba en mis pantalones..... Psoriasis y crema hidratante.
Seis días en los bosques de neblinas, con el olor a tierra mojada y bajo el trino de pájaros invisibles..... Corría el agua abarrancada y desembocaba en el mar ofrendando la mejor tierra de labranza.
Siete días de una semana..... Diestras y siniestras.
Ocho días de faros de coches apareciendo brumosos y anaranjados por la carretera y desapareciendo desenfocados y rojos en las curvas..... Y la guagua sin pasar por aquí.
Nueve días de felpudos y alfombras y cartones en los quicios de las puertas y ventanas..... Coladera de aires, charcos y bichos.
Diez días sosteniendo la tos y las almohadas sobre la cama..... Mirando oscurecerse las copas de los árboles, los riscos y los cielos encapotados.
Y así continúo, días y días, durante la tardenoche del temporal, antes de ir a cenar.