Me mantengo al margen
de la cortesía.
Fijo la mirada en lo que me es cercano,
corteza y miopía
a partes iguales.
Me conmueve
la mirada perdida
de la enigmática archivera invitada
y me siento culpable
en la amabilidad de mis coetáneos.
Trato de no perder los papeles,
como el musgo olvidado
en el bosque.