¡Puaj!
Mentía. Ya él había escrito:
- "Cuando al día siguiente mi madre hizo la casa
- sus brazos no podían barrer tanta tristeza"
- P.G.C.
-
- En la azotea hay polvo del desierto
- un polvo viajero que vino con el viento
- siroco a asentarse en los rincones vacíos de la casa
- en los días de la garganta reseca
- que anuncian la langosta
-
- El polvo se cuela por la ventana
- y bajo las puertas
- se mezcla con la humilde polvasera local
- se acumula en los alféizares
- se mezcla con los gastados huesos
- de la casa
-
- La casa vacía
- sin escoba de caña ni agua
- ni zotal ni flores frescas traídas del mercado
- sin radio y sin antena
- de televisión
-
- El polvo extranjero
- nos recuerda la arena que somos
- sobre la que volaron como pájaros oscuros
- los abuelos
- desde las montañas blancas
- donde la luna es grande
- como una enorme pelota
- o un queso tierno
- soltando su suero blanquecino
-
- Esta casa vacía
- levantada con el resuello perdido
- de domingos sin fiesta
- ha perdido el sentido
- está vacía
-
- No hay brazos que puedan barrer tanta tristeza
Buscando el horizonte desaparecido en la calima.
Barriéndonos la tristeza.