miércoles, 7 de diciembre de 2011

La Gordejuela



La máquina funcionó en su interior. Ahora vigila los tiempos que el océano le alcanza. Gigante sobre las rocas, rememora los días de antaño, cuando ascendía las aguas del fondo de la tierra hasta las alturas, donde perderlas sobre los cultivos, en el esfuerzo del fuego y el vapor. 
Ahora, en ruinas, espanta demonios en el horizonte. La vereda rota, las paredes hendidas, los escalones romos, las ventanas soportan grietas en lugar de cristal, las puertas baldías, los pisos hipotéticos y en el techo el cielo. 
En la noche las olas roncan, muestran sus colmillos amenazantes y, como perros negros, tratan de atemorizarlo. La Luna lo ilumina desde el perfil de los fantasmas sin lograr espantar su deterioro y su fortaleza. Los ahogados de las costas se cobijan bajo su sombra y olvidan. Aún hoy los asustadizos vecinos nos alongamos a los puentes cercanos, los días de cielos oscuros, para sentir la voluntad de no caer y desaparecer para siempre, sin que nadie sea capaz.
Así en la Tierra y el agua, como en la Gordejuela.