sábado, 23 de octubre de 2010
Buscando nombre a nuestra casa
Ante mi
vislumbrado el silencio
la protección que te diste
ante la muerte
la misma muerte
colocándote una moneda en la boca
Te fuiste
ni lo visto creí
ni lo uno por inevitable
ni lo otro por imposible
no era necesario
no era la contingencia precisa
no tu silencio
fuera de lugar
Abandonada la guadaña
me preguntó me ofreció
el dolor de verte así
cosa que rechacé
no sin antes consultártelo
con una mirada
tomaron su oficio
y sus aperos
para llevarte con ellos
Gracia y gloria
llorando
atragantando la desdicha
que guardo como un tesoro
tu venganza y mi vergüenza
convertido en guardián
mudo
testigo
y silencio
jueves, 21 de octubre de 2010
Cansados
Estamos cansados. Se nos nota
irritables, intolerantes, antipáticos.
Incomprensivos ante las desdichas ajenas,
sonrisas forzadas y tanto por hacer.
Nos sabemos irritados, intolerables, ariscos.
Incomprendidos ante nuestras desdichas propias,
rompemos a susurrar maldiciones y tanto deber.
Ocultamos ocultos lagrimas autoinfligidas
y nos inoportunan los oportunistas
de los días que creen tenernos
en sus manos.
Cansados en búsqueda de una historia
que contar
y no esto.
lunes, 18 de octubre de 2010
Giroscopia
sábado, 16 de octubre de 2010
Miradas miradas 08
Un retrato que te observa sin saber, sin palabras.
Ya te inventas lo que te dice, ya lo que calla.
1628
ya pasó el tiempo
de su prisa su apremio su premura su urgencia
ella naciendo
de nuevo entre sus propias manos
observa
mi prisa mi apremio mi premura mi urgencia
yo muriendo
de nuevo entre mis propias manos
de nada necesitada
de todo requerido
en sus ojos
entre sus dedos
la promesa
que me mantengo
al verla
Aurora Gallardo
Ya te inventas lo que te dice, ya lo que calla.
1628
ya pasó el tiempo
de su prisa su apremio su premura su urgencia
ella naciendo
de nuevo entre sus propias manos
observa
mi prisa mi apremio mi premura mi urgencia
yo muriendo
de nuevo entre mis propias manos
de nada necesitada
de todo requerido
en sus ojos
entre sus dedos
la promesa
que me mantengo
al verla
Aurora Gallardo
jueves, 14 de octubre de 2010
Mis propios mounstruos (a veces)
Tener alumnos es un concepto complicado. No creo poseer ningún pensamiento digno de una cátedra, salvo aquella que pretende repetir (o mantener con vida) los pensamientos de otros. Quizás por ello me siento cómodo en la enseñanza de las ciencias. Aquello que cuando se enseña puede ser refutado con argumentos racionales o por la misma (¿por qué decimos terca?) realidad.
Reconozco que sentirse cómodo con la enseñanza es sencillo. Por el contrario el aprendizaje es una tarea dura y complicada (y extremadamente gratificante cuándo se alcanza) tanto para el maestro como para el alumno. Sé que se suele confundir enseñar y aprender. De esa confusión vienen muchos dramas familiares y la mayor parte de las críticas a los sistemas educativos. Me repito, de nuevo, el chiste: Un hombre responde a la queja de otro. “No te engañé. Cuando me compraste este perro te dije que le había enseñado a hablar. No que él hubiera aprendido.”
Reconozco que odio que critiquen a mis alumnos. Cuando cometen un error llamativo me siento como si yo mismo lo hubiera cometido. Seguramente es el recuerdo de mis años escolares donde tanto me costaba aprender mis lecciones y procuraba mantener intactas mis esperanzas en conseguirlo. Entiendo bien a los estudiantes con dificultades y me maravilla aquellos que tienen facilidades que parecen innatas.
Reconozco que odio los discursos que recuerdan las dichas y ventajas de los viejos tiempos en las escuelas. Donde al parecer todos andaban rectos, respetuosos, firmes y constantes, obedientes y poderosos en asimilar lección tras lección de conocimientos sin parar ni rechistar. Esos discursos los pronuncian personas de las más lejanas reformas educativas. Desde las del viejo bachillerato y la revalida, las del preu, las del bup y el cou, hasta ahora, las de los primeros en la eso, todos son capaces de mirar con ojos de reproches a los nuevos fracasos que compartimos en los centros de educación. Especialmente lo odio cuando lo leo o lo escucho en los medios de comunicación.
Reconozco que odio los reproches a las malas mañas de las nuevas generaciones. Tengo la sospecha que sólo pretendemos colocar(nos) un pedestal desde donde mirar por encima a alguien (al menos durante un rato). El pedestal puede (suele) ser clasista, injusto, parcial y dispuesto para evitar, en muchos casos, preguntas incómodas sobre las propias miserias de los que en ellos nos subimos. “Ya la juventud no lee.” decimos los que nunca acabamos el libro que nos obligaron a leer en la escuela y nunca leímos otro por propia voluntad. “Es que no saben hacer nada sin la calculadora.” decimos los que nos parece igual cientos de miles de euros que decenas de millones, que no somos nada sin nuestra máquina registradora o 2+3x4 nos da 20 (hasta con calculadora). “Esa música que oyen es horrible y barriobajera.” decimos los que sólo sabemos cantar (una y otra vez) las canciones ñoñas (o sexistas) de las listas de éxitos. “Ya no hay respeto.” acusamos los que vivimos aterrorizados por alguna autoridad impuesta por la dictadura, el machismo o las costumbres o simplemente ejercemos esa misma autoridad sin derecho ni réplica.
Claro que en nuestros jóvenes hay analfabetismo, ignorancia, intolerancia, violencia gratuita, sexismo. Lo sé. Sé que muchas veces dan miedo. Lo pueden ver en las aulas, en la calle, en las casas. Yo intento recordar lo difícil que es aprender en ocasiones. Procuro recordar que el teorema de pitágoras tardo miles de años en ser patrimonio de la humanidad y que estuvo guardado, custodiado, escondido por unos pocos. Los que creían, que al contrario de ellos, el resto de la humanidad era analfabeta, ignorante, intolerante y violenta. Lo que seguramente era cierto. Procuro recordar que podríamos volver a estar en esa situación si no estamos atentos. Procuro recordar un buen consejo cristiano y no prestar mucha atención en la paja en los ojos ajenos, sobre todo cuando me rasco los míos (a veces).
El sueño del sistema educativo canario (a veces) produce monstruos
martes, 12 de octubre de 2010
La huella digital
Miro atrás y veo a la pequeña que a escondidas se subió a la silla y alcanzó a coger el ratón del ordenador. Entendió, sin instrucciones, que debía mover su mano y poner sus ojos en la pantalla, allí donde pasaban cosas brillantes y de colores.
Sorprendida por su padre sonrió complacida de su audacia.
El padre asustado decidió guardar en lo alto del armario su vieja máquina de escribir, olvidar sus románticos sueños de escritor bohemio y matricularse en el cursillo local de usuarios informáticos.
Los riesgos del nacimiento digital
sábado, 9 de octubre de 2010
Miradas miradas 07
Un retrato que te observa sin saber, sin palabras.
Ya te inventas lo que te dice, ya lo que calla.
Sonja
Apenas dentro de un instante
la secreta secretaria
pondrá la yema de su meñique
cerca de sus labios.
Discretamente depositará
en su dedo con su lengua
una pequeña hebra de tabaco
que la boquilla no detuvo.
Un imperceptible movimiento
de sus dedos hará desaparecer
la brizna de tabaco
que caerá sobre el blanco mantel
sin que nadie lo note.
Allí en medio del humo
de la cosmopolita noche
me mirará sin darse por aludida.
Dura, fria y sin compasión.
Me sentiré avergonzado
de saber lo que sé,
de mirarla sin permiso.
Christian Schad
Ya te inventas lo que te dice, ya lo que calla.
Sonja
Apenas dentro de un instante
la secreta secretaria
pondrá la yema de su meñique
cerca de sus labios.
Discretamente depositará
en su dedo con su lengua
una pequeña hebra de tabaco
que la boquilla no detuvo.
Un imperceptible movimiento
de sus dedos hará desaparecer
la brizna de tabaco
que caerá sobre el blanco mantel
sin que nadie lo note.
Allí en medio del humo
de la cosmopolita noche
me mirará sin darse por aludida.
Dura, fria y sin compasión.
Me sentiré avergonzado
de saber lo que sé,
de mirarla sin permiso.
Christian Schad
viernes, 8 de octubre de 2010
Cierta incierta lente 015
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