lunes, 29 de marzo de 2010

Cinco días fuera de casa. III



en un abrir y cerrar de ojos
acuso la falta del hogar
una ventana a los días que me prometo
respirar y tomar el cauce de las aguas
que me faltan por nadar

en un abril y marzo de ojos
penitencia para los días sin tino
paso página y atisbo en tu ceño
fruncido tu patio tu árbol tu palma
que me faltan por asistir

en un antes y después de ojos
enmarco mis aspiraciones
que me faltan
tus

viernes, 19 de marzo de 2010

Cinco días fuera de casa. II



En el camino encuentro a la buganvilla.

Frondosa, frondosa. Brotan sus flores rojas o moradas. Trepa hasta mi balcón, que son mis días oscuros.

Cuando me encuentro con una, le busco una espina. Las tienen ocultas entre sus hojas. Me gusta robarlas y quedarme con alguna grande y fuerte. Arranco alguna y la guardo en el bolsillo de los recuerdos que olvidaré. Acabaré pinchándome cuando haga frío.

Observo su enredadera. Su grueso tronco se agarra a las barandillas como novias impacientes en días de fiesta. Coloca sus ramas más resistentes como los brazos de un titán contra la pared. Empujan, derriban, sin miedo por su certeza de la inexistencia de leñadores vengadores. Tratan de arrancar una confesión de un crimen a las piedras y así colgar sus hojas rígidas contra la luz del sol del mediodía como penitencia.

Lo cierto es que, a veces, las buganvillas arraigan dentro de mi. A veces. Allí me florecen blancas, amarillas o rosadas. Asaltan las cristaleras que me invento y me hacen olvidar. Cuando me incomodan, tomo un hacha y las talo cerca de la base. Me quedan, entonces, unas raices secas enterradas profundas. Y algunas flores secas que transparentes han perdido su color. Y mi colección de espinas.

sábado, 13 de marzo de 2010

Cinco días fuera de casa. I



Me sorprende siempre la naturaleza fuera de mi lugar. Al primer chaparrón corrí a esconderme y, atemorizado tras mi ventana, apenas asomaba la nariz, el cielo baldeaba agua y yo temblaba bajo una manta.

Un día huido..... Separado de las dudosas metrópolis y de las engañosas redes sociales.

Dos días de potaje de nubes, rayos de sol y calabacines..... Engañando el hambre con las noticias de la radio en un idioma ajeno.

Tres días de pies mojados y calcetines secándose en el baño..... Descubriendo agujeros en las suelas de mis zapatos.

Cuatro días leyendo poetas oscuros y argumentos apocalípticos..... Ya habrá tiempo para la alegría y los sonetos.

Cinco días de joyas (de agua de lluvia de frío) en las palmas de las manos que sacudía y secaba en mis pantalones..... Psoriasis y crema hidratante.

Seis días en los bosques de neblinas, con el olor a tierra mojada y bajo el trino de pájaros invisibles..... Corría el agua abarrancada y desembocaba en el mar ofrendando la mejor tierra de labranza.

Siete días de una semana..... Diestras y siniestras.

Ocho días de faros de coches apareciendo brumosos y anaranjados por la carretera y desapareciendo desenfocados y rojos en las curvas..... Y la guagua sin pasar por aquí.

Nueve días de felpudos y alfombras y cartones en los quicios de las puertas y ventanas..... Coladera de aires, charcos y bichos.

Diez días sosteniendo la tos y las almohadas sobre la cama..... Mirando oscurecerse las copas de los árboles, los riscos y los cielos encapotados.

Y así continúo, días y días, durante la tardenoche del temporal, antes de ir a cenar.

lunes, 8 de marzo de 2010

Cierta incierta lente 012



Me mantengo al margen
de la cortesía.

Fijo la mirada en lo que me es cercano,
corteza y miopía
a partes iguales.

Me conmueve
la mirada perdida
de la enigmática archivera invitada
y me siento culpable
en la amabilidad de mis coetáneos.

Trato de no perder los papeles,
como el musgo olvidado
en el bosque.